jueves, 23 de febrero de 2012
CARBONCILLO
De los vientres oscuros de la Madre Tierra brota el carbón, corazón negro regado con arenas de tiempos eternos. Su hermano pequeño, el grafito, tierno, como deberían ser todos los corazones, es engarzado en junco de madera, un humilde sacapuntas, bailando circularmente sobre su extremo, robando virutas como finos volantes esculpe un mágico triángulo oscuro capaz de definir sombras con precisión, variables en función de la presión ejercida por los dedos del artista, embelesado entre matices plateados y aterciopeladas noches sin luna rodeadas de luz, donde el grafito no roza, por no dañar la magia del volumen expuesto al sol. Desde el perla al azabache, los grises escalonados diluyéndose por la acción del difumino, van ordenándose en composición realista, emulando la antigua fotografía ausente de color que no de tonalidad, encanto ni emociones. Esta autenticidad de poder crear con un solo elemento es encarnada en tiznajos de creatividad, conduciendo a frenazos y curvas sobre el asfalto de un papel en blanco ensuciado de talento.
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